“Es necesario un poco de socialismo para evitar tener socialistas”
Otto von Bismarck, Canciller de Alemania, príncipe de Bismarck y duque de Lauenburgo.
En 1881, Bismarck da un discurso, ahora famoso, ante el Reichstag, donde plantea la necesidad de tener que entregar garantías de bienestar a los trabajadores, para así mitigar los problemas sociales y las consecuentes movilizaciones por mejor calidad de vida, que se comenzaban a dar entre el proletariado alemán.
A partir de 1883 en Alemania se dictan leyes que crean seguros para enfermedades, accidentes del trabajo, invalidez y vejez.
En 1901 se crea el primer seguro de desempleo voluntario en la ciudad de Gantes, Bélgica, administrado por sindicatos y sociedades mutualistas. Este modelo se diversificó en Europa, logrando mediante la movilización social, que los municipios y el Estado debieran subsidiarlo. Finalmente, en 1912, Inglaterra crea por ley el primer seguro de desempleo, dependiente del Estado.
En Chile, ciento un años después de Gantes, nace el seguro de desempleo. A diferencia del resto de los países del mundo, Chile decidió innovar y lo hizo mediante el pilar de cuentas individuales capitalizables, que invierten en el mercado de valores (Acciones, bonos, etc.). En caso que este fondo sea insuficiente, se agregó un Fondo Solidario con aportes de los empleadores y del Estado.
En otros países, los seguros de desempleo obligatorios son de carácter solidario y se basan en aportes estatales y de los empleadores. Incluso en Estados Unidos, las empresas mientras a mayor tasa de despidos, están obligadas a dar un mayor aporte porcentual al sistema de desempleo.
En cambio, Chile consideró que los trabajadores podrían abusar del sistema de desempleo, por lo que optó por un modelo bastante restringido, financiado por aportes de los trabajadores a cuentas individuales y por las empresas y el Estado a un fondo colectivo, como ya se señaló.
Tan mezquinas eran las prestaciones originales, y como el fondo crecía y crecía, el año 2009 se aumentó el acceso a este derecho social.
Por ejemplo, se amplió el derecho al uso al Fondo Solidario a los trabajadores por obra y a plazo fijo, considerados originalmente como potenciales abusadores del sistema. Pero sigue persistiendo el supuesto del empleado fresco, por lo que un trabajador no puede acceder al Fondo Solidario más de dos veces en los últimos cinco años, entre otras restricciones.
Tan limitado es el seguro de desempleo a la chilena, que los fondos acumulados alcanzan los 16.000 millones de dólares, porque apenas se ocupan. Para que el lector se haga una idea de ese monto, el gobierno destinó 130 millones de dólares para el bono Covid de las personas sin ingresos formales y, a su vez, la ley de Ingreso Familiar de Emergencia considera 300 millones de dólares mensuales para el 60% de las familias más pobres.
Si hubiera un millón de cesantes, el fondo alcanzaría en teoría, para entregar doce millones y medio de pesos a cada uno de estos trabajadores desempleados.
Uno de los problemas que presenta el esquema implementado en Chile, es que, al estar los dineros invertidos en instrumentos financieros, al salir a vender estos en forma masiva en las bolsas de comercio, existe el riesgo que no haya compradores y, por lo tanto, se deban liquidar a bajo precio, en lo que quieran dar los llamados fondos buitres, que compran a precios irrisorios en tiempos de crisis.
Por otro lado, el gobierno ha optado por subsidiar a los empleadores en un esquema de créditos blandos, a través de los bancos, a empresas llamadas pequeñas y medianas (PYMES), que para este efecto se consideran aquellas que vendan menos de 28.000.000.000 de pesos al año, es decir el equivalente a más de 87.000 sueldos mínimos. Seguramente Piñera piensa que estos patrones no podrán ahorrar, para los años de vacas flacas, con ventas tan minúsculas.
En la práctica estas medidas permiten ganar a los bancos un 3% de lo prestado y a las empresas recibir los dineros con aval estatal. Es decir, si la empresa no paga, el fisco financiará el crédito.
La lógica detrás de esto es que la riqueza es creada por los patrones, seres de luz, que han sido bendecidos por Dios con múltiples virtudes, entre ella la honradez, por lo que no harán abuso de estos y cualquier otro beneficio, ni tampoco harán quebrar fraudulentamente sus empresas.
Para los trabajadores en cambio, sus patrones los inscribirán, mediante la ley de protección del empleo, en el AFC, en la lista de personas que están con sus trabajos suspendidos. Del fondo individual de cesantía recibirán el primer mes el 70% de su sueldo, el segundo mes un 55% y solo un 40% el tercer mes. Claramente montos insuficientes para vivir si ya con el sueldo normal apenas alcanza, mucho menos con la mitad de este.
Las primeras cifras dicen que más de 60.000 empresas se han acogido a la llamada ley de protección del empleo, enviando a sus casas a más de 800.000 trabajadores por un tiempo indefinido, o más bien, hasta que la empresa quiera.
Una vez que se acaben los fondos individuales, los porcentajes mencionados serán completados por el Fondo Solidario. Limitando así el posible abuso por parte de los trabajadores a los que se suspenda en su trabajo.
Lo más perverso del esquema implementado por Piñera, es qué en caso de un futuro despido por necesidades de la empresa, el patrón igual podrá descontar del finiquito, su aporte al fondo individual del seguro de desempleo: los trabajadores se quedarán sin finiquito y sin fondo de cesantía, o al menos muy mermado este último, al ocuparlo durante la suspensión laboral.
Básicamente el modelo de seguridad social de los trabajadores en Chile, es que cada uno se rasque con sus propias uñas, utilizando su ahorro personal en las AFP, AFC, Mutual, Seguro de Sobrevivencia o en las Isapres. Si no tiene dinero para ahorrar recibirá un subsidio miserable de vez en cuando y podrá ir a Fonasa D (Sistema de Salud Pública).
Básicamente es la lógica de que el pobre, lo es, porque quiere ser lo.
La verdad, lo único que falta, es que los políticos envíen a los trabajadores a leer La Cigarra y la Hormiga, para que les hagan ver que tienen que ser más previsores en el futuro y que si carecen de dinero para comer, es su culpa por no haber sido ahorrativos ni laboriosos. Lamentablemente, la posibilidad de ahorrar para la mayoría de los trabajadores es solo un cuento de niños, tan irreal como un cuento, o una súper-producción de Hollywood.
“Mientras el sindicalismo socialdemócrata, sólo esboza ciertas consideraciones en la medida que las cúpulas dirigenciales y los partidos políticos deciden que hacer y qué decir, es hora de que nosotros digamos ¡Basta!
No debemos de pagar la crisis sanitaria y menos cuidar las arcas de los poderosos con muertes, hambre y abusos hacia los trabajadores.
¡A organizarnos y luchar con inteligencia!
Desde los mártires de Chicago al presente, anarcosindicalismo.”